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miércoles, 20 de mayo de 2009

Divisaba la sombra

En mis ojos divisaba la sombra de mi destino. La manta del iris se veía manchada por el carmín de la sangre. Se escurre la substancia. Y no parpadean, se tragan un orgullo.
En mis ojos divisaba la blanquecina estela que seguía a la ola en la arena. Tropezaban los pies con la marea, y caían las hojas inexistentes del silencio.
En mis ojos divisaba aquel espejo: agua seca. El lago que mil soles consumió hoy vuela a otro confín.
En mis ojos divisaba la rabia desmedida, de la nube, de su llanto, de un labrado tormento que no se mostró al mundo. Hoy soñara con el mañana y mañana soñare con el hoy, ayer es ayer y nada más. Polvo yerto en la piedra, es la misma piedra que se desprende, no podemos decir que es el alma de la piedra ni sus ojos ni su muerte, es sólo polvo, polvo, polvo y nada más.
En mis ojos divisaba la espuma chirriante de un ayer que se devolvía al éter. Callado estatuto de mi condena, lisiado ardor de una pasión que tuvo que evitarse. Amor de entrañas, amor de otros años, caduca ilusión que vino agonizante. Antagonía, Agone, Agone, reposa Harmonía, ilusión de mis sentidos: secos leños, tosco humo, lápida inhábil, abierto averno.
En mis ojos divisaba el sol y las estrellas, y quimeras y sirenas y estupor de otras condenas. El inocuo trote de caballos, de centauros, de unicornios desmedidos. Tropel de oprobio, tropel falaz.
En mis ojos divisaba la eterna oración y mis plegarias; veía entero un universo infinito y finito e infinito y finito y terminaba. Como aleación, tóxico Mercurio, Venus tu ama y a ti te desagrada. Vago espectro, no del vitral transparente, sino plomo, lava, yermo, tosco y leso. Beso, ceso, terso, fenece el aroma, fenece la aurora, se ahervora el trigo, centeno y cebada. Somos de pan, no de polvo ni de piedra. Hechos de harina, no de polvo, no de piedra.
En mis ojos divisaba calisa la piedra, más lisa y entera, petril y escalera. Tras ti el sol se esconde, montaña. Madera y su hueco y recoge en sus adentros la materia del vacío. Acompasa estas flores que fenecen, que perecen. Recoge del loto la sabia nostalgia de la ignorancia. Ignora la empresa que ahora os congoja, ignora tu mente, tus pasos, tu aroma. Perfume y elixir que extasian al fénix. Quisieras morirte, no irte ni huir.
En mis ojos divisaba marea y la brea que enreda sutil, sus polvos en arcos, estruendo y crujir; paja, marea, heno y licor.
En mis ojos divisaba aquel fuego que fue, aquel hielo que era lo que hoy ya no es.
Hernán Sicilia

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